El cromo de la semana: Víctor Fernández (1994 - 1995)
- Miguel Martínez Cháfer
- 7 abr 2022
- 3 Min. de lectura
El técnico aragonés logró que La Romareda festejara un nuevo título europeo

Pocos son los entrenadores de equipos de Primera División que no han sido antes futbolistas. Se tiene la mala costumbre de pensar que un técnico que ha sido jugador sabe llevar un vestuario mucho mejor porque conoce cómo piensan los suyos. Sin embargo, hay excepciones como la de Víctor Fernández (Zaragoza, 1960) que rompen esa generalización.
Fernández ha vivido todas las etapas en el Real Zaragoza. Llegó como segundo de una leyenda como Radomir Ántic y se quedó en el equipo maño hasta conseguir que tocara la gloria. Una gloria que alcanzó solamente dos años después de tomar las riendas de un club que peleaba por no descender. La Copa del Rey de la temporada de 1993/1994 fue el primero de sus hitos y la antesala de una plantilla que conquistaría Europa un año más tarde.
La campaña 1994/1995 comenzó con la final de la Supercopa de España, trofeo que no consiguió ganar. El destino tenía preparado para él otro torneo. Además, el inicio de Liga fue realmente bueno para el Zaragoza, liderando la clasificación en algunas de las primeras jornadas; no obstante, los malos resultados fuera de casa hicieron que el Zaragoza cayera puestos en la clasificación. Y aunque el juego de los blanquillos no era tan bueno como el mostrado el año anterior, pudieron acabar en un digno séptimo puesto y darle una alegría histórica a su afición: ganar la Recopa de Europa.
Un cambio de sistema que significó un título

Víctor Fernández supo como gestionar un vestuario que venía de levantar la Copa del Rey y que veía como podían sumar un nuevo título a su palmarés. Confeccionó una plantilla experimentada y joven, que logró una increíble racha como local en La Romareda y disputó unas eliminatorias en la Recopa dignas de recordar.
El partido de cuartos de final ante el Feyenoord fue clave para que aquel plantel se creyese sus oportunidades en el torneo y el choque de semifinales ante el Chelsea significó la constatación de aquella creencia. Solo había un escollo más que debía superar: el Arsenal. París acogió aquella final entre maños e ingleses que dejó uno de los goles más increíbles, agónicos y recordados por parte de la afición blanquilla.

Aquella noche, Nayim se convirtió en la figura del partido tras batir a Seaman desde mediocampo y conseguir que el Zaragoza saliese como campeón del Parque de los Príncipes; sin embargo, una decisión de Víctor Fernández provocó que el jugador ceutí pudiese anotar ese tanto.
Faltaban escasos minutos para los penaltis y Fernández ya pensaba en los lanzadores de aquellas posibles penas máximas, por lo que decidió dar entrada a Geli y sacar a García Sanjuán, quién había entrado al campo también en la segunda parte. Esta sustitución modificó el sistema de un Zaragoza que pasó a jugar con Geli en la izquierda y Nayim en la derecha. Y fue desde allí donde Nayim se hizo inmortal al anotar el gol que le daba al conjunto de Aragón su segundo título europeo.
Pudo ser casualidad, pero Fernández logró desde el banquillo encontrar la tecla que necesitaba el equipo para volver a Zaragoza con la Recopa bajo el brazo. Quién le iba a decir a aquel joven entrenador que cogió al club jugándose la promoción ante el Murcia que llevaría a su afición un campeonato europeo pocos años después.
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