La final de Copa más larga de la historia
- Miguel Martínez Cháfer
- 20 mar 2022
- 3 Min. de lectura
Deportivo de la Coruña y Valencia fueron los protagonistas de un partido pasado por agua

No llovía tanto en Madrid desde 1962. Comenzó siendo un suave chaparrón, pero el Santiago Bernabéu terminó inundándose. Deportivo y Valencia se veían las caras en la final de la Copa del Rey de 1995. Nadie se esperaba lo que ocurrió. No paraba de caer agua y el partido se suspendió con 1-1 en el marcador. «Ni protegiéndonos con los brazos podíamos evitar el daño de ese granizo», explica el exjugador valencianista Fernando Giner.
Los dos equipos llegaban a aquel encuentro en medio de un ambiente caldeado. Los gallegos podían consumar su venganza tras aquella Liga perdida un año antes ante el conjunto del Turia. Aquel «arrieritos somos y en el camino nos encontraremos» de Liaño se recordaba como un mantra entre la afición blanquiazul y la sospecha de amaño aún no se olvidaba. Giner siempre ha defendido la profesionalidad de aquella plantilla, alegando que tenían las de perder con cualquier desenlace posible: «Si el penalti de Djukić hubiese entrado, nos hubieran señalado desde Barcelona».
Todo podía pasar. El Deportivo podría conseguir su primer trofeo y el Valencia podría sumar otra Copa a su palmarés. El ritmo era alto desde que García-Aranda dio comienzo al partido. Un error del propio Giner hizo que Manjarín batiera a Zubizarreta y adelantara a los de Arsenio Iglesias. El partido se desarrolló con normalidad hasta que la leve lluvia empezó a ser cada vez más fuerte. No amainaba, iba a más y Mijatovic aprovechó el estado del césped para empatar de falta directa; sin embargo, todo se detuvo. Era imposible continuar con el choque.

El agua lo decidió todo
«El Santiago Bernabéu se convirtió en una piscina. No había más remedio que paralizar el partido», explica García-Aranda, árbitro de aquella final. La suspensión cortó las alas a un Valencia que comenzaba a generar mucho más peligro y dio un respiro a los de Riazor. Se comprobó varias veces si se podía reanudar, pero «las escaleras por las que entrabas al terreno de juego estaban completamente inundadas».
La federación, con el visto bueno de los dos clubes, decidió que la mejor opción era retomar la final tres días más tarde; no obstante, no gustó tanto a los aficionados de ambos equipos que se habían desplazado hasta Madrid. Aranda justifica que se tomó la mejor decisión y se tuvo en cuenta cualquier circunstancia, ya que si se hubiera reanudado antes «hubiese sido peor el remedio que la enfermedad». En cambio, Giner no piensa lo mismo ni 27 años después: «No se pensó en la afición. Por respeto al espectáculo deberíamos haber acordado ir a la prórroga, no disputar solo 10 minutos».
«Hubiese sido peor el remedio que la enfermedad». García -Aranda
Y hubo venganza

Pese a las distintas opiniones por el aplazamiento de la final, todo siguió según lo previsto. Tres días después, el estadio volvió a llenarse y la Copa seguía sin equipo ganador, pero solo se necesitaron dos minutos de juego para resolver el partido. Un tanto del delantero Alfredo desempató el marcador y llevó el trofeo a tierras gallegas. El Deportivo conseguía su primer título y lograba redimirse de aquel partido fatídico disputado un año antes.
Aquella final resultó ser el último partido de Fernando Giner como jugador valencianista y sigue siendo la más larga de la historia. Un choque recordado por un fenómeno meteorológico que mantuvo en vilo a dos aficiones y que se convirtió en algo imborrable para sus protagonistas. «Fue uno de los encuentros más importantes de mi carrera, algo que solo sucede una vez en la vida», expresa Aranda casi tres décadas después.
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